Una foto cada día- Reflexión

    Tres cerraduras pueden constituir una verdadera odisea. A estas tres vueltas de llave las identifico como mi propio infierno personal. A su vez, también funcionan como un túnel al mundo exterior. En esta realidad mediada, adentro hacen 22 grados y del otro lado de la puerta se llega a unos 13 grados en un buen día. Hay cosas que ni la cámara puede contar. Mucho de lo que está ahí plasmado en la imagen se parece a la vivencia, pero gran parte del contenido sensible de la experiencia se pierde en ese abrir y cerrar del lente. Algo que jamás pasará en el abrir y cerrar del ojo. Esa palmera que es tan tropical, flamea a razón de un viento helado, que en el registro gráfico no se siente ni se escucha zumbar. 
    Pase lo que pase, la palmera echó raíz en ese hueco de tierra y no piensa moverse. Le gusta sentirse cerca del cielo, pero sin perder el control de la tierra. Es como si le temiera al cambio. Creo que una de las pocas garantías que existen en esta vida es el cielo. Siempre que decidas sacar la cabeza de todo eso que no importa, va a estar ahí. . A veces parece no estar ahí, solo por el hecho de no ser celeste. Otras veces, parece ser de nuestra misma sangre. Definitivamente es nuestra certeza más incierta.
    El 29 de Junio salí a la terraza a las 17:35. Día tras día me encontré frecuentando el aire frio un poco más tarde en cada ocasión. Me percaté de que la incidencia del sol con el horizonte ocurre un minuto mas tarde cada día. El atardecer se fue corriendo y yo también. Me encontré, una vez más, condicionada por el tiempo y el espacio. Pero esta vez me di cuenta, que el cielo no era el mismo y tampoco lo era yo. 
    

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