A cara lavada- Diario de escritura

Jueves
Me levanto y dentro de unos pocos pasos me encuentro en el baño. El reflejo me devuelve un rostro hinchado pero contento. Dormí bien. el agua fría esta muy fría y mis pies están helados contra la cerámica. No quiero imaginar lo que será en el invierno. Con una pequeña dosis de gel de limpieza comienzo a depurar mi rostro. Con movimientos circulares y mociones hacia arriba. Poco a poco dejo que los cuencos en los que se transformaron mis manos inunden mi rostro. Siempre utilizo una toalla nueva para secarme el rostro, de otra manera siento que lo vuelvo a ensuciar. Quizás sea un desperdicio, quizás sea fóbica. En puntas de pie alcanzo el algodón que descansa en el tercer estante de la vitrina del baño. De a toques voy cubriendo mi cara con tónico. Al cabo de solo unos minutos llega el momento de la crema humectante. No creo que mucha gente tenga tantos pasos a la hora de lavarse la cara, pero honestamente me siento incompleta si no lo hago. 

Viernes
Todas las mañanas (o mediodías) me lavo los dientes ni bien me levanto y prosigo a lavarme la cara. Lo escribo porque ayer no lo mencione y no quiero que piensen que no lo hago. Eso sería asqueroso. Me resulta curioso como para mi el cuidado de la piel es algo tan importante y esencial. Para otras personas no lo es, o por lo menos no hasta adentrada una cierta edad. Todo esto es directa consecuencia de todos los problemas y complejos que siempre tuve y a veces aún tengo con mi piel. Humedezco apenas mis manos y dejo caer sobre ellas una gota de gel. Las froto como buscando calor y las coloco sobre mi rostro. Pongo especial atención es mis mejillas y en el mentón. Al correr las yemas de mis dedos sobre mi frente noto algunos granitos nuevos. Es algo inusual para mi. Supongo que es resultado de apoyar la frente sobre el mat de yoga. La posición del niño lo requiere. Es como si lo cuidadosa que soy con mi piel a veces me impidiera relajarme correctamente. El agua fría me trae de nuevo a la realidad y la áspero de la toalla fija esa intención. Es la segunda vez en el día en la que me despierto. Rápidamente pincelo mi rostro con tónico y aplico crema humectante. Tengo clase en 10 minutos. 

Sábado
Los últimos restos de acondicionador se hacen visibles como vetas en las corrientes que surcan el piso de la ducha. Tomo mi gel de limpieza y con presionar una sola vez el aplicador basta para deshacerse de todas las impurezas del día. Trato de regular un poco la temperatura de la ducha para no quemarme la cara. Tengo la piel muy sensible y más después de todos los tratamientos. En un solo movimiento abro la cortina de la ducha. Con la rapidez y la potencia de un chasquido. Envuelvo mi cuerpo y mi cabello con dos toallas para acto seguido salir de la ducha un pie a la vez. Una vez fuera topico mi rostro con el tónico y la ayuda de un disco de algodón. Por alguna razón no guardo mi crema humectante en el baño. La tengo en mi mesa de luz. Al lado del velador y un vaso de agua que es remplazado por un ejemplar igual o similar cada noche. Se podría decir que la crema humectante es un elemento esencial por ocupar el lugar que ocupa. Aprieto y no sale. La agito. Aprieto, no sale. La agito muy fuerte. Aprieto y sale un chorro de crema. Mañana la voy a tener que cortar a la mitad para aprovechar todo lo que queda pero no quiere salir.

Domingo
Hoy me levante y tengo la cara un poco seca. Mi cutis es muy graso en algunos sectores y presenta algunas pequeñas escamaciones en otros. Curioso, casi contradictorio. Me lavo la cara esperando deshacerme de toda la piel muerta que trajo la deshidratación nocturna. El agua tarda unos segundos en arrastrar la sensación gelatinosa de mi rostro y devolverlo a su estado natural. Con cuidado me seco la cara de a pequeños toques. Vierto un poco de tónico en una pieza de algodón. Se me fue la mano y una gota se encuentra con mi pie. Ahora va a tardar mas en secarse. Lo aplico topicando en algunas partes de la cara y arrastrando en otras. Nunca dejo que se acerque a las ojeras. Mientras espero que mis poros lo absorban del todo me dirijo a mi habitación y me saco el pijama. No me gusta quedarme en pijama, prefiero ponerme ropa deportiva incluso si no voy a hacer deporte ese día. El tónico siempre deja mi piel apenas pegajosa, nada que la crema humectante no pueda arreglar. Me coloco cerca del espejo, muy cerca. A este punto cualquier persona comenzaría a ver borroso, pero no yo, porque yo soy miope. Hoy use otra crema, una que no me gusta tanto. Tiene color y me remite al maquillaje. No me gusta maquillarme si es de día y menos si no voy a salir de la casa. Coloco cuatro puntos de crema en mi rostro como si fueran ejes. Con mi dedo anular arrastro la crema hacia las afueras de mi cara.  

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